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Caro Diario

Relatos de juventud: El Quinto

Ya he comentado por aquí y he promocionado el blog de un amigo que escribe relatos cortos. Hablando de ello le comenté que yo había escrito alguna cosilla hace años y le pasé alguno de mis relatos. Uno en especial le gustó bastante y me pidió que si me importaba que él escribiera uno inspirándose en el mío. Por eso he decidido desempolvar este relato escrito si no recuerdo mal por julio de 2001 para que él pueda publicar su versión en su blog Retalls de lectura y así citar la fuente.

EL QUINTO

Estaba nervioso. Me encontraba delante del portal de mi nueva casa con las llaves en la mano dispuesto a introducir una de ellas en el ojo de la cerradura. Ya había estado en el piso varias veces, había llevado y colocado todos los enseres que creía necesarios para tener una cómoda estancia pero esta vez iba a ser la primera noche que iba a dormir allí.

Por supuesto era de alquiler y apenas sesenta metros cuadrados pero era MI casa. Siempre soñé con mi primera casa y esto no se parecía en nada a los muros que mi mente había formado, pero la necesidad de tener mi propio refugio me hizo posponer ese sueño. Era un quinto piso situado en el centro de la ciudad, poca luz y un extraño olor rezumaba de los peldaños de madera de la escalera.

En pocos días adquirí la costumbre de fumarme un cigarrillo antes de acostarme asomado al ventanuco que había a los pies de mi cama y que daba a una pequeña plaza donde los niños de los alrededores suelen jugar por la tarde. Raramente se veía pasar gente a esas horas.

Una noche, mientras cumplía mi ritual previo al sueño, vi a una niña de unos siete años, con el pelo rizado y con un lazo a juego con el vestido celeste que portaba, jugando sola en la plaza.
Miré alrededor pero no había nadie, estaba completamente sola y me extrañé. Pensé en llamar a la policía para que se hiciera cargo de ella, cuando se giró hacia mí sonriendo y haciendo con su mano derecha el signo de la victoria.
Apagué el cigarro y en ese breve instante, cuando volví a mirar la niña había desaparecido.

La mañana siguiente me levanté como de costumbre sobre las ocho de la mañana para ir a trabajar. Al volver a casa, a media tarde, me fijé en un cartel que había al lado de los buzones en el que se anunciaba la fecha del funeral de una vecina que había fallecido esa madrugada. La había visto una vez en el portal e intercambiamos unas palabras; era muy joven por lo que pregunté a la portera la causa de la muerte.
− Se ve que le falló el corazón. – Me contestó.

Dos noches después durante mi acostumbrado cigarro nocturno, volvió a  aparecer la misma niña con el mismo peinado  y el mismo vestido. Estaba sola de nuevo. Se giró hacia mi y esta vez me hizo el signo del pulgar hacia arriba  y el puño cerrado; yo le devolví el gesto. Aparté un momento la mirada de ella y cuando volví a mirar ya no estaba.

El día siguiente era sábado y bajé a la calle al mediodía a hacer algo de compra cuando vi otro cartel que anunciaba el fallecimiento de otro vecino. La misma causa que la muerte de dos días antes. Un sudor frío me recorrió la espalda al fijarme en un detalle. El fallecido vivía en el primer piso. Rápidamente fui a casa de la portera y le pregunté el piso de la vecina fallecida.
− El segundo. − Me dijo.

Durante tres meses no me asomé a esa ventana.

Esta noche salí con unos amigos a tomar unas copas y al volver a casa, algo embriagado, repetí inconscientemente el rito que suspendí durante los últimos tres meses. Y ahí estaba la niña una vez más, con el mismo traje y el mismo peinado, como si me hubiera estado esperando durante todo este tiempo. Me quedé paralizado. Quise darme la vuelta, pero fui incapaz. Apreté las manos en el alfeizar de la ventana y cerré los ojos, pero algo en mi interior me forzó a abrirlos y ahí estaba ella… mirándome con una sonrisa tan inocente que la hacía todavía más infernal. Me saludaba con la palma de su mano abierta. Súbitamente salió corriendo como si la voz de su madre le ordenase acudir a su presencia.

Escribo estas líneas para que todo el mundo conozca mi sufrimiento. Me duele el pecho y mi mano izquierda se paraliza… no puedo seguir sujetando la pluma… creo que ha llegado mi hora.

2 comentarios

FEBE -

Muy buen relato, tambien leí el de Wambas, me gustan los misterios es por ello que me acerqué a este relato, un saludo.

Wambas -

:)

Este domingo colgaré en mi blog mi propia versión de tu relato. Espero que el "remeik" sea de tu agrado.
Un saludo