Día 17 - Nara y Fushimi Inari (fin de la semana Willy Fogg)
Y por fin llegamos al final de esta semana viajera en la que nos recorrimos unos 1000 km entre ida y vuelta, salvo el día intermendio en Kyoto.
Nara es una ciudad situada entre Kyoto y Osaka y la mejor forma de llegar es en Shinkansen (tren bala) a una de estas dos ciudades y a continuación coger un tren JR. Desde Kyoto eran unos 50 minutos, además de las tres horas en el Shinkansen.
Nara es famosa por tener un gran número de templos distribuidos por un parque nacional que fue declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco hace algunos años. En ese parque, campan a sus anchas varios cientos de ciervos que están tan acostumbrados a las personas que hasta se les puede dar de comer unas galletas que venden en puestecillos allí mismo. Y es que para los sintoistas, los ciervos están considerados como los mensajeros celestiales.
El día se presentó lluvioso a intervalos, de hecho nada más llegar tuvimos que comprar unos paraguas dado que jarreaba agua que daba gusto, aunque poco después paró y se fue despejando el cielo y llegando incluso a hacer bastante calor. Después de atravesar la calle principal llena de tiendas y restaurantes, llegamos al parque y nos encontramos con los primeros "mensajeros" a los que dimos de comer (con un pequeño conato de ataque)...
Luego nos dirigimos al templo más famoso de Nara, el templo Tōdai-ji en el que se encuentra el Gran Buda, que es la figura más grande de Buda sentado de todo Japón (no confundir con el de Kamakura del que ya hablamos que es el más grande al aire libre). Este templo, situado al este de la ciudad además contiene el edificio de madera más grande del mundo, el Daibutsuden, que es el edificio que protege al Buda. Dentro hay además otras figuras gigantescas que flanquean la imagen principal. Allí uno de las pilares tiene un agujero por dentro que dicen que son del mismo tamaño que las fosas nasales del Gran Buda y si eres capaz de pasar por ellas se supone que eres bendecido con el don de la iluminación. Vimos muchos niños había pasando pero no nos atrevimos a hacerlo. Luego estuvimos viendo, en un puestecillo dentro del edificio en el que vendían amuletos, un ejemplo de caligrafía sobre una especie de libro de viajes que llevaba un hombre y fue realmente espectacular. No sabemos lo que pondría o lo que significaría pero era impresionante la dedicación y pericia con la que el monje la hizo.
Después fuimos al Santuario Kasuga, un edificio en el que 1800 lámparas de piedra flanquean su camino y los pasillos del interior. Las hileras de farolillos son encendidos todos dos veces al año durante el matsuri Mantoro (en febrero y agosto). Debe de ser espectacular.
También vimos allí en directo como un monje rastrillaba un jardín de piedras.
De nuevo tomamos un sendero ascendente que daba a parar a otra pequeña calle con puestos y tiendas de souvenirs, dónde entre los ávidos compradores, estaban como si también estuvieran interesados en las compras los cérvidos. Pasamos cerca de una casa de té y nos perdimos por la zona boscosa asomándonos a alguno de los templos menores. Luego decidimos volver para ver Kōfuku-ji, un templo situado en la entrada del parque, con una pagoda de cinco pisos, y que esconde una curiosa historia y es que el templo fue trasladado en dos ocasiones en un periodo de cuarenta años.
Cansados del día y molestos con la humedad y el calor que hacían, fuimos a comer un buen katsu-don y abandonamos Nara para dirigirnos hacia el santuario Fushimi Inari, perteneciente a Kyoto pero a las afueras, situado a medio camino entre Nara y Kyoto. Este santuario es famos por los miles de toriis rojos que cubren los senderos que hay por la colina. Son unos 4 km. y la separación entre toriis es de apenas unos centímetros.
Está dedicado al dios Inari, protector de las cosechas, por ellos, los terratenientes en su época dedicaban un tori a que su cosecha fuera bien. Actualmente hay muchos empresarios de Kyoto que pagan la construcción de uno nuevo para que sus negocios prosperen. Lo cierto es que impresiona, lástima que llegamos cuando iba quedando poca luz pues el paraje es para recorrerse los senderos de cabo a rabo. A los pies de la colina está el santuario Go Honden y la puerta Sakuramon, donde nos encontramos a un tipo bastante mayor y bastante ebrio zigzaguear en dirección al santuario... y solo eran las 18:30 de la tarde...
Y así, casi noche cerrada, volvimos a Kyoto a coger el tren bala de vuelta a casa donde por fin, a la mañana siguiente no teniamos un plan definido, por lo que podríamos dormir, descansar un poco más e intentar reservar una noche en un Ryokan.
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